jueves, 21 de agosto de 2008

"Accidente en el Aeropuerto de Barajas en un avion de Spanair"

MADRID.- El pabellón número 6 del recinto ferial de IFEMA es una morgue descomunal, donde el horror y el llanto inundan todos los rincones, se pegan a las paredes y traspasan puertas y ventanas. Todos temen el momento de entrar, pero en algún momento tienen que enfrentarse al duro trago de buscar e identificar a un ser querido.




Según ha informado Eduardo Andreu, director del Instituto Anatómico Forense de Madrid, ya se ha identificado a 37 cadáveres mediante huella dactilar. Debido al mal estado en el que se encuentran los cuerpos, sólo se ha podido tomar huellas a 59 de las víctimas, al resto se le ha tomado ADN para hacer un cotejo genético.




Los resultados estarán disponibles en un plazo de 48 horas, para lo que trabajan 40 forenses, en su mayoría de la Comunidad de Madrid, pero con refuerzos de otras Comunidades.




El juez ha decretado que los cadáveres que ya han sido identificados sean entregados a sus familiares, mientras que los restos de los demás fallecidos se han trasladado al cementerio de La Almudena hasta que se obtengan los resultados de las pruebas de ADN.




Esta mañana los bomberos han encontrado los cadáveres de los dos pasajeros que aún no habían sido hallados. Corresponden a un bebé y a una persona adulta.




Hasta IFEMA se han desplazado durante la mañana autoridades como los Reyes de España, la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, o el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, para trasladar su apoyo a los familiares de las víctimas.




El breve trayecto entre el pabellón número 8 y el 6 se hace eterno para los familiares de las víctimas del accidente aéreo de Barajas. Supone la confirmación de lo irremediable. Médicos y psicólogos les acompañan en ese terrible momento.




"Lo peor es la identificación de los cadáveres, es el fin de toda esperanza y cuando se viven las peores escenas, porque la mayoría de los familiares se derrumba", asegura Jesús López Santana, portavoz de Cruz Roja en Extremadura y que no dudó en desplazarse hasta Madrid para colaborar en un momento tan difícil.




"Después de ese duro trago es cuando más ayuda psicológica necesitan", explica Santana. A continuación, deben comunicar la peor de las noticias al resto de la familia y el dolor se multiplica, se hace irresistible. "Vuelven a derrumbarse y en algunos casos sufren crisis emocionales", añade.




Cientos de personas, entre miembros de Cruz Roja y trabajadores de la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento, prestan apoyo médico y psicológico a los familiares de las víctimas "para que el impacto emocional cause el menor daño posible".


Tampoco se descuida el apoyo espiritual para aquellos que pueda suponer un alivio. Para

ellos el obispo auxiliar de Madrid, César Franco, y el obispo de la Diócesis de Canarias, Francisco Cases, han oficiado una misa. Junto a ellos está el vicario de la Vicaría norte de Madrid, José María Bravo, quien ya vivió una tragedia similar en IFEMA tras el 11-M. "La situación es muy dura, pero más tranquila que tras los atentados", afirma.




A lo largo de la mañana el goteo de familiares que se desplazan hasta la improvisada morgue está siendo constante. Entre ellos, los allegados de una familia de La Guardia (Jaén), cuyos tres miembros, el padre, la madre y su hija de seis años, han muerto en el accidente. Cogieron el avión para visitar por primera vez Las Palmas de Gran Canaria como destino de vacaciones, pero sus sueños se vieron truncados.




"¡Parece mentira!, una familia tan completa", se lamenta Cristóbal, su primo. Y agradece la asistencia que les están prestando los psicólogos en este duro trance.



Sólo de Cruz Roja hay unos 300 voluntarios. 170 son especialistas en atención psicosocial y el resto son trabajadores sociales, médicos, enfermeros y socorristas de acompañamiento.




"Nuestro trabajo consiste en preparar a los familiares para el momento de la identificación de cadáveres y luego les ayudamos a exteriorizar sus sentimientos, que fluyan sus emociones y que sepan que son sensaciones normales", comenta Cristina Laguarta, responsable de uno de los equipos de apoyo psicosocial.



La mejor ayuda para los familiares, sin embargo, es la que pueden recibir de su entorno más próximo, que comparte y comprende su dolor. "El mejor apoyo es el de sus propios familiares", confirma Laguarta. "Más que intervenir, lo que hacemos es transmitirles que estamos allí para cualquier cosa que necesiten y para facilitarles el acercamiento a sus propios familiares", explica. "Lo más importante es escucharles para que puedan exteriorizar sus sentimientos", insiste.




Los que ya han identificado a sus familiares fallecidos, "unos pocos", según Santana, "van concienciándose de que han perdido a un ser querido y van asumiendo el dolor". Entonces empiezan a atravesar un proceso de duelo normal, "el que experimenta todo el mundo cuando pierde a un ser querido". A muchos todavía les queda pasar por ese trago, identificar los restos casi irreconocibles de sus familiares.

miércoles, 20 de agosto de 2008

iñioñoñ

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